Se trata de un relieve en homenaje a Fray Toribio de Benavente también llamado “Motolinía” (el que viste pobremente). Este fraile franciscano nacido en Benavente hacia 1491 evangelizó extensas zonas de Méjico y Centroamérica.
El monumento que representa a Fray Toribio está cargado de simbología alusiva a su defensa de los indígenas y a su obra misionera.
Entre los símbolos representados se encuentran además de las doce velas que representan al grupo de los 12 franciscanos que arribó en Méjico en 1524, diferentes elementos de la cultura azteca como son la tortuga, simbolizando la nueva luz que ha de alumbrar las tinieblas en que viven los indígenas y la serpiente del calendario mexica, simbolizando la fertilidad de la tierra azteca.
La mano izquierda del fraile benaventano sostiene una cruz, símbolo de la evangelización y de la salvación. De los dedos de las manos brotan pequeñas cruces simbolizando las numerosas fundaciones y conventos creados por Fray Toribio en Méjico y Centroamérica.
La palma de la mano derecha que se representa abierta y hacia abajo representa su talante conciliador y humilde y su empeño en la defensa de los indígenas. Aparece una tercera mano que sostiene un árbol podado, figura de la nueva vida espiritual que los brotes de la nueva enseñanza que ha de ofrecer. Obra del escultor mejicano Carlos Terrés fue realizado en piedra y donada por el Colegio Mayor Guadalupe de Madrid.